Levanté los ojos y vi un hombre que tenía en su mano un cordón de medir. Le pregunté: “¿Adónde vas?”. Me respondió: “A medir Jerusalén para ver cuál es su anchura y cuál su longitud”. El mensajero que me hablaba salió y vino otro mensajero a su encuentro. Me dijo: “Vete corriendo y dile al oficial aquel: ‘Jerusalén será una ciudad abierta a causa de los muchos hombres y animales que habrá en ella; yo le serviré de muralla de fuego alrededor y en ella seré su gloria’. Alégrate y goza, Sion, pues voy a habitar en medio de ti –oráculo del Señor–. Aquel día se asociarán al Señor pueblos sin número; ellos serán mi pueblo”.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño.
Escuchen, pueblos, la Palabra del Señor, anúncienla en las islas remotas: “El que dispersó a Israel lo reunirá, lo guardará como pastor a su rebaño / R.
Porque el Señor redimió a Jacob, lo rescató de una mano más fuerte”. Vendrán con aclamaciones a la altura de Sion, afluirán hacia los bienes del Señor / R.
Entonces se alegrará la doncella en la danza, gozarán los jóvenes y los viejos; convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas / R.
Nuestro Salvador, Cristo Jesús, destruyó la muerte e hizo brillar la vida por medio del Evangelio.
“El Hijo del hombre va a ser entregado”.
Les daba miedo preguntarle sobre el asunto
En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: “Métanse bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”. Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús