27 de marzo

 

“Conviene que una persona muera por el pueblo y no que desaparezca la nación entera” (Jn 11, 50)

 

En la recta final de este tiempo de Cuaresma la liturgia nos permite percibir el trágico desenlace que espera a Jesús. Su muerte es planeada por las autoridades religiosas, especialmente por Caifás, para evitar que su fama lleve al pueblo a revelarse en contra de los romanos: “Conviene que una persona muera por el pueblo y no que desaparezca la nación entera”. Así mismo, para “unir a los hijos de Dios que estaban dispersos”. A partir de este momento, Jesús no puede andar libremente entre los judíos, ni subir tranquilamente como los demás a Jerusalén para purificarse antes de celebrar la Pascua. Permanece en un lugar cercano junto a sus discípulos mientras las autoridades religiosas lo buscan para matarlo. Jesús sabe que su final se aproxima, pero aguarda con fe, el momento de abrazar por entero el proyecto del Padre. Acompañemos a Jesús en la proximidad de su pasión y pidámosle que nos permita enfrentar con valor las dificultades, las enfermedades y las realidades de muerte que llegan inesperadamente a nuestra existencia. Que junto a él, no temamos abrazar por entero el dolor y el sufrimiento que dichas realidades traen a nuestra vida.

 

Actitud: Valor.

 

Reflexionemos:

¿Cómo enfrentamos las dificultades o las realidades de muerte o enfermedad que llegan a nuestra vida?, ¿buscamos a Dios en esos momentos?

 

Oremos:

Danos, Señor, el valor para afrontar con fe las circunstancias de muerte y enfermedad que llegan repentinamente a nuestra existencia. Que a través de ellas, aprendamos a valorar mucho más la vida que tenemos y las personas que ponen a nuestro lado para compartirla. Amén.

 

Recordemos:

Los momentos difíciles que llegan a nuestra vida nos fortalecen y nos ayudan a sacar lo mejor de nosotros mismos.

 

Actuemos:

Presentémosle al Señor en este día los sufrimientos que nos aquejan y pidámosle que nos ayude a vivirlos de su mano con mayor fe, coraje y esperanza.

 

Profundicemos:

Las enfermedades llegan de manera inesperada a nuestra vida mostrándonos lo vulnerables que somos. Vivirlas de la mano de Dios, nos ayudará a hacer de ellas, una experiencia liberadora  (Libro: Encontrarle sentido a la enfermedad y al sufrimiento).

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