“Acláranos la parábola de la cizaña en el campo” (Mt 13, 36)
En el evangelio de este día los discípulos se acercan a Jesús para que les explique la parábola de la cizaña en el campo que días anteriores habíamos meditado. Tal vez, para ellos, no era fácil entender como la cizaña podía crecer al lado de la semilla buena que el sembrador había cultivado. Para responder a dicho interrogante, Jesús empieza a explicar el valor simbólico que tiene cada personaje, así como lo hizo en días anteriores con los diferentes terrenos donde cae la semilla. Empieza por indicar como el Hijo del hombre es quien siembra la semilla, el campo es el mundo, la buena semilla los ciudadanos del Reino, la cizaña, los partidarios del maligno, la cosecha el final de los tiempos y los segadores, sus ángeles. De esta manera, la parábola adquiere un contexto escatológico que invita a poner nuestra mirada en el final de los tiempos y en la manera como Dios separará los buenos de los malos, y juzgará los frutos buenos que hayamos dado en vida. Pidamos al Señor, en este día que nos ayude a discernir a cada momento las posibilidades que él nos da para hacer el bien y no dejarnos llevar por otras opciones más atractivas que la vida nos presente.
Reflexionemos:
¿Qué frutos nos llama a dar hoy el Señor hoy?, ¿cómo podemos orientar más nuestra vida a Dios?
Oremos:
Danos, la gracia, Señor, de aprender a discernir los frutos que está llamada a dar nuestra vida a cada momento. Que de tu mano, sepamos rechazar todo otro camino que nos separe de ti. Amén.
Recordemos:
Dios nos llama a ser semillas que den frutos buenos para la humanidad.
Actuemos:
Revisemos en esta jornada que realidades personales o sociales nos apartan de los frutos que Dios nos llama a dar.
Profundicemos:
En la vida diaria estamos llamados a discernir constantemente aquellas realidades que nos unen o nos separan de Dios y de las personas (Libro: Reflexiones en el camino).