“Llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor” (Lc 2, 22)
Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia y el evangelio nos invita a contemplar la presentación del niño Jesús en el Templo. María y José, siguiendo la tradición de su pueblo, llevan a su hijo primogénito al Templo para circuncidarlo. En este día, Jesús recibió su nombre, fue consagrado a Dios y gracias al rito de la circuncisión comenzó a formar parte del pueblo de la Alianza. El rito de la circuncisión también iba acompañado por la purificación de la madre y el sacrificio de un cordero o “un par de tórtolas o dos pichones”, cuando la mujer era pobre. En la escena del Templo aparecen también dos personajes ancianos: Simeón y Ana, quienes movidos por el Espíritu Santo llegan al Templo para reconocer en el niño, al salvador de su pueblo: “Ahora puedes dejar a tu siervo, Señor, que se vaya en paz, según tu palabra, porque mis ojos vieron tu salvación, la que preparaste en presencia de todos los pueblos, luz para revelarte a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”. Presentemos al Señor, en este día la vida de nuestras familias y agradezcamos a Dios por la presencia y los valores de cada uno de sus miembros.
Reflexionemos:
¿Valoramos la vida de cada uno de los miembros de nuestras familias?, ¿cómo podemos crecer en nuestro amor por ellos?
Oremos:
Señor, Jesús, tú también tuviste una familia en la cual crecer y aprender amar. Gracias por permitirnos vivir esta misma experiencia y enriquecer nuestra vida con la presencia de cada uno de nuestros seres queridos. Amén.
Recordemos:
En la familia aprendemos a amar a Dios y a relacionarnos con los demás.
Actuemos:
Expresemos en este día a cada uno de nuestros seres queridos el amor que sentimos por ellos.
Profundicemos:
La Navidad es una época especial para estrechar los lazos que nos unen a nuestros seres queridos y reconocer todos los valores que aprendemos de ellos (Libro: ¡Alégrate! Es Navidad).