Tanto para los judíos como para los cristianos la veneración de las tumbas ha sido de gran importancia en el campo cultural y religioso, en especial de los grandes personajes como los profetas, mártires, santos. Los judíos edificaban monumentos expiatorios en recuerdo, no solo de los grandes antepasados perseguidos, sino que a la vez, mantenían viva la memoria de los pecados de los dirigentes del pueblo. Este pasaje nos hace pensar en la responsabilidad colectiva de los males de la sociedad, que tiene como causa fundamental el abandono de Dios y el rechazo de los mensajeros que nos hablan en su nombre. Si bien debemos suponer que los “escribas y fariseos” no mataron ellos mismos a profetas y personas justas, su rechazo de los verdaderos mensajeros de Dios, especialmente de Jesús, los sitúa en el mismo bando “hijos de…”. La ironía del v. 32, sirve para anticipar lo que pasará con Jesús: “colmarán la medida”, completarán la rebelión contra Dios ejecutando a Jesús y posteriormente persiguiendo a los cristianos. Jesús advierte del peligro y dinámicas de parecerse a los “sepulcros blanqueados”, nos invita a una toma de conciencia renovada, a inaugurar una nueva forma de vivir donde no tengamos miedo de reconocer los problemas sociales, las heridas personales, donde no se esconda, sino que llame a las cosas por su nombre, a dejar las máscaras y la hipocresía, a romper los círculos de violencia de quienes nos precedieron y empezar a vivir una nueva filiación, una nueva fraternidad. Pensemos: ¿Cómo el rechazo de Dios puede desencadenar el mal? También hoy continúa corriendo sangre de los profetas, ¿cuándo vamos a entender que somos un solo pueblo?, ¿vamos a colmar la medida de nuestros padres? Oremos por la paz de nuestros pueblos y sigamos trabajando con sinceridad en una nueva perspectiva del diálogo, de la auténtica conversión, único camino hacia la paz.
¿Qué máscaras uso para esconderme o para evitar mostrar mis verdaderas vulnerabilidades, miedos o errores? ¿A qué le tengo miedo al quitarme esas máscaras?
Jesús Maestro, tú que conoces lo más profundo de nuestro corazón y ves más allá de las apariencias, ayúdanos a reconocer la verdad de lo que somos. Líbranos, de la tentación de ser "sepulcros blanqueados", de vivir en la hipocresía y de esconder nuestras heridas y problemas bajo una fachada de perfección. Amén.
Al final del día, tómate unos minutos para reflexionar sobre tus acciones, tus intenciones y tus emociones.
El Papa Francisco decía: “…la santidad no existe sin autenticidad…” y advertía constantemente sobre el peligro de vivir de las apariencias.
Jesús nos llama a una justicia que va más allá de la ley, una justicia que nace del amor y se manifiesta en misericordia, fe y rectitud interior. No se trata solo de "lo que está mandado", sino de lo que brota de un corazón amado y que ama.