26 de septiembre

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“Tú eres el Mesías de Dios”. “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho”
(Lc 9, 18-22)

Hoy la Iglesia celebra a estos dos grandes santos, Cosme y Damián, que fueron médicos cristianos y mártires del siglo III, venerados en la Iglesia tanto de oriente como de occidente. Murieron decapitados por defender la fe hacia el año 300 d.C. Junto con san Lucas, son los patronos de los médicos y los cirujanos. El texto evangélico de este día nos pone ante una crucial pregunta de Jesucristo, cuya respuesta determinará nuestra relación con Él y nuestro seguimiento. El relato comienza con una especie de sondeo: ¿Quién dice la gente que soy yo? Preguntó Jesús a sus discípulos, pues ciertamente, su predicación y actividad había suscitado diversas reacciones entre la gente: “Unos dicen que Juan el Bautista; otros dicen que Elías; otros, que uno de los antiguos profetas”. En cualquier caso, la predicación de Jesús no había pasado inadvertida y las opiniones de la gente iban en la línea de reconocer en Jesús un ministerio profético, alguien que con su enseñanza hace presente la Novedad de Dios en este mundo. Pero Jesús dirige la pregunta decisiva a sus discípulos, a quienes lo conocen de más cerca y comparten su vida: “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo? Pedro respondió ‘El Mesías de Dios’”. Es decir, tú eres el esperado de todos los tiempos. Pedro ha proclamado la fe en Jesús como Mesías de Dios, En una palabra, tú eres la presencia de Dios en medio de nosotros. Termina el texto: “El Hijo del hombre tiene que padecer mucho…” No lo vemos como una derrota sino como el camino hacia la victoria de la resurrección. /p>

Reflexionemos:

¿Es Jesús alguien cercano o realmente el centro de mi vida?

Oremos:

Señor, Jesús, que nada de ti me escandalice o desanime, pues tu cruz, tu entrega es mi fuerza de salvación y mi modelo de vida. Tú eres el Hijo de Dios, el amigo que nunca falla, el que vino a dar su vida por mí. Amén.

Actuemos:

¿Quién es Jesús para ti?

Recordemos:

¿Y tú quién dices que soy yo?

Profundicemos:

Jesús anuncia su pasión y su victoria. No hay resurrección sin cruz, pero tampoco hay cruz sin esperanza.

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