
En el Evangelio de Mateo continuamos profundizando el mensaje de las parábolas. Hoy Jesús nos habla del Reino de Dios que acontece de manera misteriosa, y cómo se manifiesta la bondad de Dios en el corazón humano que, con el paso del tiempo, se ve contaminado por el pecado. Nos dice lo siguiente: “El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó”. Cuando la semilla empezó a verdear los trabajadores se percatan de la situación y corren a informar al dueño del campo buscando su autorización para remover la mala hierba. Así somos los seres humanos: muchas veces impulsivos. No nos damos el tiempo suficiente para discernir nuestras opciones. Pero el dueño del campo, que conoce la semilla que ha sembrado, que sabe que todo proceso de crecimiento y madurez necesita un tiempo prudente para que produzca, responde con sabiduría: “No, que al recoger la cizaña, pueden arrancar también el trigo”. Así es Dios: Él nos conoce en profundidad y sabe cómo coexisten el bien y el mal en nuestro corazón. Por eso, no actúa con violencia ni de manera precipitada sobre nosotros cuando fallamos, sino que nos trata con paciencia y compasión: “Déjenlos crecer juntos hasta la siega”. Es Él quien nos juzgará cuando estemos ante su presencia. El Señor quiere que todos se salven, Él nos ofrece su amor y libertad para que cuidemos el trigo que ha sembrado en nuestro corazón.
El deseo de Dios es que todos alcancemos la salvación. Por eso, ha infundido en nosotros su Santo Espíritu para ayudarnos a discernir. Él, con amor y ternura, cuida del trigo que ha sembrado en nuestro corazón, nos ayuda a reconocer la cizaña de nuestra vida que los demás tienen que soportar y nos invita a ser pacientes y misericordiosos unos con otros. Preguntémonos: Cuando tengo dudas para tomar una decisión, ¿pido al Espíritu Santo me conceda claridad y sabiduría para optar?
Señor, acudo a ti con todo lo que soy, seguro de tu infinita misericordia. Tú conoces mi corazón. No me abandones nunca. Amén.
Soy paciente conmigo mismo y con mis hermanos.
“Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero’.
Confío en la paciencia infinita que Dios tiene para conmigo.


