“No es Dios de muertos, sino de vivos”
(Lc 20, 27-40)
Jesús en el Evangelio de hoy nos habla de lo verdaderamente fundamental en la vida. Muchas veces perdemos nuestro tiempo en buscar respuestas a preguntas que no tienen sentido, se nos pasa la vida preocupados por ellas y lo único que hacen es robarnos nuestra paz. A Jesús le preguntan sobre el matrimonio después de la muerte y él responde sobre el sentido de la resurrección, en donde los hombres no se casarán. Jesús nos invita a vivir lo verdaderamente esencial, a no preocuparnos por cosas externas, sino a vivir profundamente el sentido de nuestra vida, siendo conscientes que somos hijos de Dios y que por su infinita misericordia nos va conceder la vida eterna.
Reflexionemos: ¿Estoy viviendo mi vida profundamente? ¿Me dejo llevar por cosas externas que me roban la paz? ¿Soy consciente de lo verdaderamente esencial en mi vida?
Oremos: Señor, concédeme la gracia de vivir lo verdaderamente esencial de la vida, que el amor sea mayor que nuestras preocupaciones y que logremos descubrirte en lo cotidiano y sencillo de cada día. Amén.
Actuemos: En este día voy a estar más presente en la vida de los demás.
Recordemos: “No es Dios de muertos, sino de vivos”.
Profundicemos: “Si quieren un corazón lleno de amor, sean misericordiosos” (Papa Francisco).
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