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24 de Enero

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura de la Carta a los Hebreos 10, 1-10

Hermanos: La Ley, que presenta solo una sombra de los bienes definitivos y no la imagen auténtica de la realidad, siempre, con los mismos sacrificios, año tras año, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan a ofrecerlos. Si no fuera así, habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados una vez, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia. Pero en estos mismos sacrificios se recuerdan los pecados año tras año. Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: “Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: ‘Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad’”. Primero dice: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias”, que se ofrecen según la ley. Después añade: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”. Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

 

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 39, 2. 4ab. 7-8a. 10-11

R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios  /R.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios; entonces yo digo: “Aquí estoy” / R.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes / R.

No me he guardado en el pecho tu justicia, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea  / R.

Aclamación antes del Evangelio (Mt 11, 25)

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 3, 31-35

“El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús, y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: “Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. Les contestó: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Y, paseando la mirada por el corro, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre”.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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