Segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia.
“Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados, y a quienes se los retengan, les quedan retenidos”
(Juan 20, 19-31)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida
Celebramos hoy con profundo gozo la fiesta de la divina misericordia. En el evangelio Jesús se hace presente en medio de nosotros, y ofreciéndonos el don de la Paz, derrama sobre nosotros su misericordia.
El Papa francisco nos explica cómo con el don de la paz concedido a sus discípulos Jesús ha abrigado el mundo entero con su misericordia: Los discípulos estaban encerrados porque tenían miedo de correr la misma suerte de Jesús; y además, tenían también el corazón cargado de remordimiento por haber abandonado y negado a su Maestro. Jesús resucitado que conocía su estado de ánimo, se presentó ante ellos diciendo: La paz esté con ustedes!» Con la paz que Jesús les da, ellos se sintieron en consolados, y abrazados por la misericordia de Dios.
Y para que esto no fuera solo un sentimiento, sino una transformación interior, Jesús les infundió el Espíritu Santo que otorga el perdón de los pecados: los discípulos que se sentían culpables de haber abandonado al Señor, se sintieron perdonados y amados en su fragilidad. Y llegan a la certeza que Jesús es el único que nos saca de nuestra profunda miseria; y su misericordia es más grande que nuestro pecado.
Reflexionemos:
Preguntémonos: ¿Cómo experimento en mi vida la misericordia de Dios? ¿Dejo correr en quienes viven a mi lado la ternura misericordiosa que recibo del Señor? Señor haznos canales de tu misericordia!
Oremos:
Señor Tus eres nuestra paz y nuestro gozo porque gracias a tu amor entregado, la misericordia el Padre nos acoge, nos perdona y nos recrea en cada instante. Jesús gracias por amarnos hasta entregar tu vida por nosotros. Haz crecer en nosotros tu amor. Amén.
Recordemos:
Jesús repitió: “¡Les traigo la paz! Así como el Padre me envió, los envío yo a ustedes”. En seguida sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados, y a quienes se los retengan, les quedan retenidos”.
Actuemos:
Al final de cada jornada me tomaré unos momentos para descubrir la bondad misericordiosa que el Señor ha tenido conmigo a lo largo del día.
Profundicemos:
Hoy, el amor desarmado y desarmarte de Jesús resucita el corazón de su discípulo. Que también nosotros, como el apóstol Tomás, acojamos la misericordia y seamos misericordiosos con quienes están más necesitados. Sólo así constructores de un mundo nuevo. Papa Francisco