El evangelio de hoy, a veces, cuando no lo profundizamos bien, puede traer una confusión, pues parecen contradictorias las palabras de Jesús: “He venido a prender fuego a la tierra”, “no he venido a traer paz, sino división”. El fuego también simboliza el amor ardiente de Dios y la unidad, como la Alianza que Dios hizo con Abraham (Gn 15,17-18), en contraste con el "fuego del mundo" que destruye. El fuego es utilizado metafóricamente para describir el proceso de purificación de los creyentes. La paz bíblica está intrínsecamente ligada a la justicia, refiriéndose a relaciones correctas y sostenibles en la sociedad. En la Biblia, la paz (hebreo: shalom, griego: eirene) es un concepto integral que significa integridad, plenitud y bienestar en todas las relaciones y no solo la ausencia de conflicto. La expresión de Jesús: "no he venido a traer paz, sino división" significa que su mensaje y su figura provocarían una división radical en la humanidad y en las familias, no en un sentido de guerra física, sino de un conflicto espiritual entre quienes lo siguen y quienes lo rechazan. Esta división surge porque vivir según los valores del Evangelio puede chocar con las normas sociales y familiares, creando enfrentamientos donde las relaciones se rompen. Seguir a Jesús puede crear divisiones dentro de las familias, entre padres e hijos, o entre suegras y nueras, porque los valores de la fe pueden diferir de los de la vida cotidiana, esto puede generar oposición. Podríamos decir que hay una tarea pendiente con las familias, sus situaciones, sus luces y sombras. Puede suceder que Jesús nos invita a romper con una falsa paz, mediada por el conformismo y el silencio cómodo y sin compromiso para que las cosas mejoren.
Hay muchas reflexiones sobre la paz, y esta reflexión quiere ser la voz de Jesús que en otros contextos dice: “Paz a ustedes”. Es tiempo de paz, a veces, un conflicto llega porque exigimos a los demás lo que no hemos cultivado en nuestro interior, porque no confiando en nosotros mismos, miramos con recelo el triunfo de los demás, nuestra inseguridad personal y comunitaria hace que estemos pendientes de las habilidades y dones de los otros para criticar y obstaculizar sus proyectos, en definitiva, el otro es considerado como una amenaza y no como un don que nos complementa en momentos inspiradores. Paz a ustedes el silencio y la escucha prudente tiene mucho por enseñar, especialmente en esta época de tanto ruido y saturación de información.
Oh, San Juan de Capistrano, nuestro protector y guía. Tú que fuiste un varón de inmensa fe y valor, y que alentaste a los soldados a luchar por la verdad, escucha hoy nuestras súplicas. Concédenos, por tu intercesión, la fortaleza para cumplir nuestra misión y la valentía para defender lo que es justo. Ayúdanos a ser fieles a nuestra vocación y a la voluntad de Dios, aun en los momentos de mayor adversidad. Amén.
Realiza en este día un acto de paz que serene y haga más agradable el ambiente.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.