23 de Marzo

“Para reunir a los hijos de Dios dispersos”

(Jn 11, 45-57)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El Evangelio nos deja ver cómo a causa de la resurrección de Lázaro muchos judíos creyeron en Jesús, pero otros fueron a contarlo a los fariseos, que llenos de temor buscaron a los sumos sacerdotes e improvisaron una reunión del sanedrín para deliberar sobre Jesús.

A las autoridades religiosas les preocupa que Jesús esté realizando muchos signos. Si lo dejan actuar, muchos más van a creer en él; entonces los romanos tomarían pretexto para destruir el lugar santo y la nación entera. Estos falsos temores están cargados de ironía, pues, sin querer, las autoridades están admitiendo que Jesús es enviado de Dios; pero les perturba que muchos crean en él; este hecho en lugar de llevarlos a la fe los induce a decretar su muerte. 

Caifás, el sumo sacerdote resuelve el dilema: “¿No se dan cuenta de que conviene que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación?”. Sus palabras son un anuncio profético del valor salvífico y universal de la muerte de Jesús. ¡Sí! Jesús morirá porque así Dios, en su infinito amor, lo había establecido para salvar a Israel y a la humanidad entera: hebreos y paganos, todos los que han acogido y acogemos a Jesús como Señor formamos la única Familia de Dios.

 

Reflexionemos: ¿No es hermoso constatar como Dios saca siempre el bien del mal? ¿Creemos de todo corazón en el poder transformador de nuestra fe cristiana? ¿Qué nos está impidiendo confiar sin reservas en el amor de Dios que nos ofrece gratuitamente cada día?

 

Oremos: Gracias Padre, por el don incomparable de tu Hijo. Ayúdanos a adherirnos a él de todo corazón para acoger la vida nueva que a través de él nos das: hacernos partícipes de su filiación divina. Amén.

 

Actuemos: Hoy quiero tener el corazón abierto para acoger los signos de Dios en mi vida.

 

Recordemos: “Muchos iban a Jerusalén antes de la Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se preguntaban: ‘¿Vendrá a la fiesta?’”.

 

Profundicemos: Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él, sino “dejarnos seducir por su misterio. Captar el Espíritu que le hace vivir de una manera tan humana; intuir la fuerza de su amor a todo ser humano” (Antonio Pagola).

 

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