23 de agosto 2024

Por el reino de los cielos

(Mt 19, 3-12)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Queridos amigos, hoy la Iglesia nos invita a recordar la fiesta de santa Rosa de Lima, la primera santa de nuestro continente, patrona del Perú, de América y Filipinas. Su nombre de pila es Isabel Flores de Oliva. Nació en Lima en el año de 1586. Por su belleza y el color rosado de sus mejillas, la llamaban cariñosamente Rosita. Pasados algunos años, por dificultades económicas, la familia Flores deja Lima y se van a vivir a una población cercana llamada Quives. En 1597 recibe el sacramento de la confirmación por manos del entonces arzobispo de Lima, santo Toribio de Mogrovejo. Es en este momento en el que ella decide cambiar su nombre de Isabel por el de Rosa. Desde niña había recibido una buena educación cristiana, así crece como una mujer de profunda fe. Se unió en sacrificio místico con Cristo y se dedicó a servir de los pobres convencida que: “Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús”. ¡Sirvamos al hermano que está en necesidad! El 10 de agosto de 1606, siguiendo los pasos de Santa Catalina de Siena, ingresa como terciaria en la orden de Santo Domingo. A ella le pedimos que interceda por todos los cristianos del continente, para que vivamos fieles a la vocación por la que hemos optado, como dice el evangelio: Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga”.

Así volvemos nuestra mirada sobre el Evangelio que hace pocos días ya habíamos reflexionado. Cuando los fariseos interrogan a Jesús sobre la ley que aprueba el divorcio. Jesús claramente nos habla del valor del matrimonio como un don que brota del corazón de Dios. Jesús defiende la unidad de la familia, ya que el matrimonio es un sacramento basado en el amor, donde dos seres se unen para llevar adelante un proyecto de vida que cuenta con la bendición divina. En nuestra vida cristiana, como fruto de esa relación del hombre y la mujer que se entregan mutuamente Dios se hace presente a través de los hijos que son causa de alegría en el hogar y signo de esperanza para continuar el camino.

 

Preguntémonos: Debemos tener presen que vivimos en una sociedad donde Dios no es el referente para todos, por tanto, el matrimonio no es valorado como un vínculo sagrado, y fácilmente cedemos ante algunas tentaciones. Por eso, es importante alimentar el amor y cultivar los detalles que son dos o mejor tres viviendo en un solo corazón, que es el corazón humano del Dios amor.

       

Oremos: Señor, concédeme la luz de la razón para comprender que mi vocación es ante todo una vocación al amor; y donde tú estás presente, no puede haber división. Amén.

 

Actuemos: Valorar el celibato como condición esencial para alcanzar la vida en el Reino.

  

Recordemos: “Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el reino de los cielos. El que pueda con esto, que lo haga”.

 

Profundicemos: “Es la misma página evangélica la que nos recuerda, con gran realismo, que el hombre y la mujer, llamados a vivir la experiencia de la relación y del amor, pueden dolorosamente realizar gestos que la pongan en crisis. (…) El modo de actuar de Dios mismo con su pueblo infiel – es decir con nosotros – nos enseña que el amor herido puede ser sanado a través de la misericordia y el perdón” (Papa Francisco, octubre 7 de 2018).

 

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