23 de Abril

Quédate con nosotros, que ya es tarde

 (Lucas 24, 13-35)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

En el mundo y a nuestro alrededor se dan situaciones que causan tanto dolor y que muchas veces nos abruman y hasta perdemos la esperanza, pero el amor y la misericordia de Dios son más grande y más fuerte que cambia toda situación de muerte y hace renacer en nuestro corazón la esperanza, aviva el fuego del amor y nos hace volver al vínculo de la comunidad donde Dios está presente. Es necesario ponernos en camino. Abrirnos al don de la Palabra, sentarnos alrededor de la mesa, hablar con Dios y como los discípulos de Emaús leer nuestra vida y nuestra historia desde esa experiencia de salvación que brota desde la cruz.

 

Reflexionemos: ¿Cuándo me alejo de la Iglesia, cuando abandono la comunidad, por qué lo hago? ¿Centro mi mirada en Dios o en la fragilidad humana? No lo olvidemos Jesús ha vencido a la muerte y es el centro de nuestra vida. Todo lo humano es pasajero, quien permanece en el amor, permanece en Dios.

 

Oremos: Maestro bueno, permíteme ser testigo de tu Reino que cree en tu presencia viva que acompaña nuestro día a día. Amén 

 

Recordemos: “¡Qué duros de entendimiento son ustedes! ¡Cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No ven que era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?”.                  

                                                                                                              

Actuemos: Seré agente de comunión y armonía en el lugar donde me encuentre.

 

Profundicemos: La resurrección de Cristo es un hecho que implica a toda la humanidad y se extiende en el mundo entero.

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