23 de mayo

“Esto es mi cuerpo. Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre” 

(Lc 22, 14-20)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

Para entender la enseñanza que hay en esta fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, la Iglesia nos propone el Evangelio de la última cena, es decir la institución de la Eucaristía y al respecto el Papa Francisco nos dice: La Eucaristía, es la expresión real de esa entrega incondicional de Jesús por todos, también por los que le traicionaban. Entrega de su cuerpo y sangre para la vida de los hombres y para el perdón de sus pecados.

La sangre, signo de la vida, nos fue dada por Dios como alianza, a fin de que podamos poner la fuerza de su vida, allí donde reina la muerte a causa de nuestro pecado, y así destruirlo. El cuerpo desgarrado y la sangre vertida de Cristo, es decir su libertad entregada, se han convertido por los signos eucarísticos en la nueva fuente de la libertad redimida de los hombres. En él tenemos la promesa de una redención definitiva y la esperanza cierta de los bienes futuros.

Reflexionemos: Celebrando la fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, celebramos la institución de la Eucaristía, del sacramento de la reconciliación y de la donación total por amor.

Oremos: Señor, que todos los sacerdotes de tu Iglesia se entreguen generosamente a sus fieles como lo hizo Jesús. Amén.

Actuemos: Ofreceré toda mi jornada por los sacerdotes, por aquellos que conozco y que han sido testimonio para mí; también por aquellos que no conozco y que necesitan de mi oración y apoyo.

Recordemos: “He deseado enormemente comer esta comida pascual con ustedes, antes de padecer… Y tomando la copa pronunció la acción de gracias”.

Profundicemos: Acojamos el llamado que Jesús nos hace hoy en su Palabra, busquemos siempre aquello que nos une como seres humanos, no aquello que nos divide.

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