Hoy celebramos con honda alegría y gratitud la fiesta del Corpus Christi: El Cuerpo y la Sangre del Señor entregados por nuestro amor. El Señor en su infinito amor, antes de padecer el suplicio de la cruz en el cual entregaría su vida por nosotros, instituyó el inefable misterio de la Eucaristía para encarnarse resucitado en el Pan y en el Vino para dárnoslo como alimento. ¿Podrá existir una expresión más grande del amor de Dios hacia sus criaturas? ¡Qué privilegio para nuestra fragilidad y pequeñez!: ¡ni los ángeles tienen este don! En cada Eucaristía Jesús repite este milagro de amor para despertar en nosotros el hambre de Dios y vivir en comunión con Él. El Señor se dona a sí mismo como alimento cuando El, por medio del celebrante, dice: “Este es mi Cuerpo”. “Esta es el cáliz de mi Sangre”. Es como si nos estuviera diciendo: “Coman y beban; este soy yo”. Jesús nos da su vida, busca intimidad, quiere vivir en comunión con nosotros, quiere continuar su entrega en nuestra vida. La Palabra clave del Evangelio de hoy es: “Denles ustedes de comer”. Aquí el Señor nos expresa este deseo de su corazón; Él quiere involúcranos en su entrega. Hermanos, en cada Eucaristía Jesús nos hace recorrer su camino de solidaridad y donación, y mientras ofrecemos con Él lo poco que somos y tenemos, Él desciende sobre nuestra fragilidad y la transforma para que redunde en bien de nuestros hermanos. ¿No es hermoso?
¿Soy consciente de que en la Eucaristía me entrego con Jesús? ¿Cada Eucaristía que vivo me hace crecer en el amor, el servicio y la donación? ¿Cómo me preparo para celebrar la Eucaristía y cómo la vivo en medio de mis relaciones cotidianas?
Señor Jesús, gracias por buscarme con tanto amor y ternura. Te agradezco porque te das como alimento en este admirable sacramento. Aumenta mi fe y mi amor por ti y por mis hermanos. Amén.
En mi oración personal le doy gracias al Señor por el don de la Eucaristía y le suplico me ayude a comprender que mi vida no es solo para mí, sino que está llamada a ser un don para los demás.
“Tomando Él los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, los bendijo, los partió y los iba dando a los discípulos para que los sirvieran a la gente”.
“No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia. Es una burla darnos la paz unos a otros olvidando a los que van quedando excluidos socialmente” (Papa Francisco).