
Sucedió, en tiempo de los jueces, que hubo hambre en el país y un hombre decidió emigrar, con su mujer Noemí y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la región de Moab. Murió Elimélec, el marido de Noemí, y quedó ella sola con sus dos hijos. Estos tomaron por mujeres a dos moabitas llamadas Orfá y Rut. Pero, después de residir allí unos diez años, murieron también los dos, quedando Noemí sin hijos y sin marido. Entonces Noemí, enterada de que el Señor había bendecido a su pueblo procurándoles alimentos, se dispuso a abandonar la región de Moab en compañía de sus dos nueras. Orfá dio un beso a su suegra y se volvió a su pueblo, mientras que Rut permaneció con Noemí. “Ya ves –dijo Noemí– que tu cuñada vuelve a su pueblo y a sus dioses. Ve tú también con ella”. Pero Rut respondió: “No insistas en que vuelva y te abandone. Iré adonde tú vayas, viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Así fue como Noemí volvió de la región de Moab junto con Rut, su nuera moabita. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la siega de la cebada.
L: Palabra de Dios
T: Te alabamos, Señor
R. Alaba, alma mía, al Señor.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y cuanto hay en él; que mantiene su fidelidad perpetuamente / R.
Hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos / R.
El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos / R.
Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad / R.
Dios mío, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad.
“Amarás al Señor tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo”
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?”. Él le dijo: “‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente’. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. En estos dos mandamientos se sostienen toda la ley y los profetas”.
S: Palabra de Dios
T: Gloria a ti, Señor Jesús

