“Sígueme”. Él se levantó y lo siguió
(Mt 9,9-13)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Hoy cerramos esta semana con el testimonio vocacional de Mateo, quien era un personaje del que nadie de su tiempo hubiera pensado que lograría entrar en el Reino de Dios. Era considerado por algunos como un traidor y, por otros, era visto como un ser impuro a causa de su oficio, ya que era recaudador de impuestos. Sin embargo, era un hombre con una gran sensibilidad a Dios, quizá un poco más que muchos “cumplidores de la ley”, que en Jesús no vieron más que una amenaza. Solo el Señor fue capaz de ver más allá de sus pecados y reconocerlo como un ser humano. Un hombre que podía hacer muchísimo por el Reino de los Cielos. Y lo llamó con todo el amor y la misericordia de su corazón para ser uno de sus amigos más cercano. Jesús lo miró con amor, y esa mirada no pasó inadvertida transformando toda su existencia hasta el punto de levantarse, dejarlo todo y seguirlo.
Preguntémonos: ¿hasta qué punto somos capaces de dejarlo todo para seguir a Jesús?
Oremos: Señor Jesús, soy consciente de que me llamas a vivir con mayor autenticidad y alegría tu llamado. Ayúdame a no tener miedo de dejar atrás todo aquello que me impide dar un nuevo significado a mis intereses y búsquedas personales desde los valores del Reino. Haz que también yo me levante y te siga. Amén.
Actuemos: ya y no dejemos pasar de largo la mirada de Dios por nuestra vida que nos invita a servirle con libertad, generosidad y alegría.
Recordemos: que Jesús lo miró con amor y esa mirada no pasó inadvertida transformando toda su escala de valores, hasta ser capaz de dejar todo aquello en lo que había empeñado su vida, incluso su reputación.
Profundicemos: y dejémonos mirar por Jesús hasta lo más profundo de nuestro ser, porque solo así podremos levantarnos de nuestra condición de pecadores, ir tras las huellas del Maestro y nacer a una vida nueva.
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