21 de mayo

Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo… Por eso el mundo los odia.

(Juan 15, 18-21)

 

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

San  Juan fue desarrollando espléndidamente el tema del amor.  Hoy nos presenta la otra cara el odio y el rechazo. Mientras el amor le dice “sí” al otro y está feliz porque existe, el “odio” le dice “no” y se esfuerza por eliminarlo. 

Por ello Jesús advierte a los discípulos que seguirlo a Él supone una lucha  con las fuerzas que en el mundo se oponen a su modo de vivir como hijo de Dios y hermano. Como a mí me persiguieron, también a ustedes los perseguirán. Como acogieron mis palabras, acogerán las suyas. La misión comportará para todo discípulo profundas alegrías y grandes dificultades: rechazos, oposición,  persecuciones, resistencias de parte de los destinatarios. Todo ello  es parte de nuestro seguimiento. 

Siempre será así: si me decido a seguir de corazón al Señor, encontrare  resistencias en la familia, entre amigos, en los ambientes de trabajo.

 

Preguntémonos: ¿Cómo reacciono cuando alguien me desprecia o rechaza porque he optado más seriamente por Jesús?

 

Oremos: Jesús, seguirte a Ti es el don y la dicha más grande que puedo tener en esta tierra, pero sé que cargo lucha y sufrimiento; pero soy feliz y cuento con tu fuerza Señor.     

 

Recordemos: Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero no son del mundo, sino que yo al escogerlos los separé del mundo. Por eso el mundo los odia.

 

Actuemos: Cuando me sienta incomprendido,  burlado o rechazado por mi fidelidad en  el seguimiento de Jesús, daré gracias desde lo profundo de mi corazón, porque este es un don del Señor.

 

Profundicemos: Es doloroso recordar que, también hoy hay muchos cristianos que sufren persecución en varias partes del mundo, y debemos esperar y rezar para que lo antes posible su tribulación se detenga. Son muchos: los mártires de hoy, hay más mártires que en los primeros siglos. Expresemos a estos hermanos y hermanas nuestra cercanía: somos un solo cuerpo, y estos cristianos son los miembros sangrantes del cuerpo de Cristo que es la Iglesia».

 

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