“A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás”
(Lc 11, 29-32)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En el Evangelio de Lucas, se nos presenta una reflexión profunda sobre la búsqueda de signos y la verdadera conversión del corazón. Vivimos en un mundo que constantemente busca señales y pruebas tangibles de todo. Sin embargo, la fe verdadera no se basa en signos externos, sino en una relación íntima y personal con Dios.
La generación a la que se refiere Jesús buscaba un signo milagroso que aceptara su mensaje. Sin embargo, Jesús les recuerda el signo de Jonás. Jonás, un profeta que fue tragado por un gran pez y luego liberado, se convirtió en un signo para los habitantes de Nínive, quienes se arrepintieron y cambiaron sus caminos. De manera similar, Jesús, a través de su muerte y resurrección, se convierte en el signo definitivo para todos nosotros.
En nuestra vida diaria, ¿Cuántas veces buscamos signos externos para validar nuestras creencias o decisiones? En lugar de buscar confirmación en el mundo exterior, debemos mirar hacia dentro y fortalecer nuestra relación con Dios. La verdadera conversión no proviene de signos milagrosos, sino de un cambio genuino de corazón.
La reina del Sur y los hombres de Nínive son ejemplos de personas que reconocieron la sabiduría y la verdad cuando la escucharon. No necesitaron signos milagrosos; su corazón estaba abierto a la verdad. De manera similar, debemos estar abiertos a la verdad de Dios en nuestras vidas y no depender de signos externos para nuestra fe.
En conclusión, el pasaje de Lucas nos invita a reflexionar sobre la verdadera naturaleza de nuestra fe. ¿Estamos buscando constantemente signos y pruebas, o estamos dispuestos a abrir nuestro corazón a Dios y permitir que él nos guíe?
Oremos: Maestro Divino, tú conoces mi corazón, todos mis pensamientos, deseos e intenciones, buenos y malos, y sé que puedo contar con tu amor, aunque no soy digno de Ti. Ayúdame a ser “señal” para mi prójimo. Que cuando me vean actuar, sepan y crean que existe el amor. Amén.
Actuemos: Ante la Palabra del Maestro en este día, podemos preguntarnos: ¿Sabemos descubrir los signos de la presencia y el amor del Señor en la cotidianidad de nuestra vida?
Recordemos: “Este es el tiempo favorable, este es el día de la Salvación” en que el Señor nos concede la gracia de dejarnos tocar el corazón y de hacer lo que está de nuestra parte para dejarnos transformar por Él.
Profundicemos: ¿Ha existido algún momento o etapa de mi vida que ha sido para mí un signo con el cual el Señor me ha querido decir algo? ¿Qué quedó en mi vida de todo esto?
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