21 de Enero

 Santa Inés, virgen y mártir.

«Fue llamando a los que Él quiso y los hizo sus compañeros».

(Marcos 3, 13-19)

Para Jesús subir a la montaña significaba entrar en contacto directo con el Padre Dios. Si mientras subía a la montaña fue llamado a  los que quiso para que estuvieran con Él, quiere decir que todo el que se siente llamado por Jesús es amado y elegido por el Padre Dios. 

Qué alegría hermanos, nosotros que seguimos a Jesús somos objeto de la  complacencia y la ternura de Dios. Como los doce apóstoles nosotros hemos sido elegidos y amados para colaborar con él en la construcción del Reinado de Dios: Tú y yo somos hoy los discípulos y compañeros de Jesús. ¿No te da alegría? ¿No se te ensancha el corazón?

Seguir a Jesús es el don más grande que podemos recibir en esta vida porque tenemos la posibilidad de llegar a ser como Él: pensar como Él, tomar nuestras  decisiones en diálogo con Él; nutrir sus mismos sentimientos. Esto es lo que nos hace realmente grandes.

 

Reflexionemos:

¿En mi manera de vivir  los  otros pueden ver que soy discípulo de Jesús?  ¿Qué me pide hoy el Señor? ¡Permíteme seguirte Señor!  

 

Oremos:

Qué alegría Señor sentirme elegido y amado por ti, ayúdame a seguirte con todas mis fuerzas y de todo corazón; para que otros se animen a ser tus discípulos. Amén

 

Recordemos:

Jesús llamó a los que Él quiso, y se fueron con Él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios.

 

Profundicemos:

Para la mayoría de nosotros, la llamada de Jesús no es tan radical que podamos recordarla como una experiencia increíble que cambio nuestra manera de vivir. Lo que sigue siendo crucial es si aceptamos a Jesús de corazón nuestra vida poco a poco será transformada.

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