20 de septiembre

Liturgia diaria

En nuestro caminar diario, encontramos en la Palabra de Dios una fuente inagotable de sabiduría, consuelo y guía. La Liturgia del Día nos conecta con la Iglesia universal, permitiéndonos reflexionar y meditar sobre las Escrituras junto a millones de fieles en todo el mundo. Cada lectura es una oportunidad para escuchar la voz de Dios, que nos llama a vivir en su amor y seguir sus enseñanzas.

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura de la Primera Carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6, 13-16

Querido hermano: Delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que proclamó tan noble profesión de fe ante Poncio Pilato, te ordeno que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que, en el tiempo apropiado, mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A Él honor y poder eterno. Amén.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

Salmo Responsorial 99, 1-5

R. Entren en la presencia del Señor con vítores.

Aclama al Señor, tierra entera, sirvan al Señor con alegría, entren en su presencia con vítores / R.
Sepan que el Señor es Dios: que Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño / R.
Entren por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre / R.
El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades / R.

Aclamación antes del Evangelio (Cf. Lc 8, 15)

Bienaventurados los que escuchan la Palabra de Dios con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia.

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15

“Lo de la tierra buena son los que guardan la Palabra
y dan fruto con perseverancia”

En aquel tiempo, habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo Jesús en parábola: “Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros del cielo se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, y, después de brotar, se secó por falta de humedad. Otra parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron. Y otra parte cayó en tierra buena, y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno”. Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga”. Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola. Él dijo: “A ustedes se les ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas, ‘para que viendo no vean y oyendo no entiendan’. El sentido de la parábola es este: la semilla es la Palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, pero, dejándose llevar por los afanes, riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro. Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia”.

S: Palabra de Dios

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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