Jesús hoy nos habla con una parábola sencilla, pero profundamente transformadora: “salió el sembrador a sembrar su semilla”. Él no habla del sembrador, sino del terreno que recibe la semilla. Y la gran pregunta es ¿Qué tipo de tierra soy yo? Recordemos que la Palabra de Dios es viva, eficaz, fecunda. Pero solo da fruto si se encuentra un corazón dispuesto, un terreno preparado. En este evangelio nos lo describe con cuatro tipos de terreno, y nos invita a examinarnos. Jesús nos enseña, que las acciones de Dios llegan a todos, de la misma manera que el sembrador siembra su semilla en cada uno de los terrenos: en el camino, entre las piedras, entre los espinos y, también, en la tierra buena. Jesús siembra la semilla del Reino de Dios en cada corazón sin importar el tipo de acogida que se le dé a esa palabra. Abstenerse de predicar la Palabra de Dios a quienes no la acogen, seria condenar anticipadamente y esa no es la voluntad de Dios. En un segundo momento, Jesús explica a los discípulos el significado de la parábola, pues ellos son los nuevos sembradores del Reino y por ello, son privilegiados al comprender exhaustivamente el Evangelio, que están llamados a predicar. Esta parábola es una invitación a escuchar con atención y apertura de corazón, a ser buena tierra, que escucha la Palabra, la acoge y la pone en práctica. A perseverar en la fe con paciencia. A dejar que la Palabra transforme nuestra vida. A confiar que Dios sigue sembrando, aunque no todos reciban la Palabra con fruto. Dios sigue sembrando, con esperanza y amor.
¿Escucho la Palabra de Dios con atención y deseo de comprenderla? ¿Qué frutos concretos estoy dando en mi vida gracias a la Palabra de Dios?
Señor, Jesús, que mi vida sea reflejo de tu Palabra, para que otros también encuentren en mí un terreno fecundado por tu gracia y por tu amor. Amén.
Comparte con alguien desde el corazón aquello que esta parábola te ha hecho sentir o pensar.
Dios siempre está sembrando en nuestras vidas. Su Palabra es vida, fuerza y consuelo. Pero depende de nosotros como la recibimos.
¿Qué fruto concreto estoy dando por haber escuchado la Palabra de Dios?