En el evangelio de hoy, Jesús sigue hablando a la gente y alguien exclama: “Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia”. Situación similar acontece cuando Marta le dice a Jesús que le pida a su hermana María que le ayude. Aunque no vamos a establecer un paralelo si llama la atención. Jesús les dice que se guarden de toda clase de codicia porque las riquezas no garantizan la vida de una persona por muchas que tenga y les cuenta una parábola. El narrador no dice si el hermano estaba allí o no, pero la parábola hace notar que la cosecha de un hombre rico era tanta que no tenía donde almacenarla, por eso, quiso construir grandes graneros para almacenar así para muchos años. Y si Dios en la noche le reclama el alma, ¿de quién será lo que has preparado? La respuesta de Jesús en el fondo es un llamado a adoptar actitudes que favorezcan la distribución justa y equitativa de los bienes y las riquezas. Todo es temporal, y de que sirve acumular si como dice Jesús hoy en el evangelio, la riqueza no garantiza la vida. Es una expresión que simboliza la realidad actual de algunas personas que literalmente no saben qué hacer con tanto dinero, tantas propiedades, tanto poder que tienen. Cuando estas personas ya no estén, igual todo será repartido. Así que posiblemente las palabras de Jesús fueron dirigidas al hermano que tenía la herencia, y con ella, quiso sensibilizar el corazón de quienes acumulan riquezas para sí.
Dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. Esta petición de alguien que escucha a Jesús evidencia una necesidad, una queja o una súplica confiada. La expresión dile a mi hermano, nos puede pasar también a nosotros: Maestro, diles a mis amigos, que compartamos más la vida. Maestro, diles a mis padres que perdonen mi proceder. Maestro, diles a mis hermanos que seamos más unidos. Maestro, dile a mi jefe que confié más en mí. Maestro, dile a mi iglesia que nos hable más de ti. La vida no se compra ni se vende, mucho menos se tiene asegurada con el dinero. Toda riqueza verdadera es un don para los otros; por eso, es rico el desprendido, el pobre que todo lo comparte, aquel que amando coloca al servicio de los otros lo mucho o lo poco que tenga
Jesús Maestro, tú tienes palabras de vida eterna. Sustituye mi mente, mis pensamientos por ti mismo. Tú que iluminas a todas las personas y eres la verdad misma. Cualquier otro camino es amplio y no conduce hacia ti. Quiero lo que tú quieres. Establece tu voluntad en lugar de la mía. Cambia mi corazón por el tuyo, que mi amor a Dios, al prójimo y a mí mismo, sea sustituido por el tuyo. Amén.
¿Qué ha dicho Jesús a tu vida escuchando sus palabras en el evangelio de hoy? Con aquello que has escuchado, ve y haz una obra de misericordia.
Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
“Permitamos que el amor de Dios tome absoluta y total posesión de nuestro corazón; permitámosle que se convierta en nuestro corazón, como una segunda naturaleza; que nuestro corazón no permita la entrada a nada contrario, que se interese constantemente por aumentar su amor a Dios, tratando de complacerlo en todas las cosas sin negarle nada” (Santa Teresa de Calcuta).