20 de Mayo

Escucha La Palabra de Dios para cada día

Primera Lectura

Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20

Después que Adán y Eva comieron del fruto prohibido, llamó el Señor Dios a Adán y le preguntó dónde estaba. Él contestó: “Te sentí venir por el jardín y me dio miedo, porque estoy desnudo. Por eso me escondí”. Dios le preguntó: “¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Será que comiste del fruto del árbol del que te prohibí comer?”. El hombre respondió: “La mujer que tú me diste para que me acompañara fue la que me dio de ese árbol, y yo comí”. El Señor Dios le preguntó a la mujer: “¿Qué fue lo que hiciste?”. La mujer respondió: “La serpiente me engañó, y comí”. Entonces le dijo el Señor Dios a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita serás entre todos los animales, domésticos y salvajes. Caminarás arrastrándote y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la de ella. La descendencia de la mujer te herirá en la cabeza, cuando tú la hieras en el talón”. El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

L: Palabra de Dios

T: Te alabamos, Señor

 

Salmo responsorial 86 (87), 1-3. 5-7

R. Alaben al Señor, todas las naciones.

Él la ha cimentado sobre el monte santo; y el Señor prefiere las puertas de Sión a todas las moradas de Jacob. ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! / R.
Se dirá de Sión: “Uno por uno todos han nacido en ella; el Altísimo en persona la ha fundado” / R.
El Señor escribirá en el registro de los pueblos: “Este ha nacido allí”. Y cantarán mientras danzan: “Todas mis fuentes están en ti” / R.

Aclamación antes del Evangelio 

Feliz la Virgen María, que, sin morir, mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor.

Lectura del santo Evangelio según san Juan 19, 25-34

Triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena

Junto a la cruz de Jesús estaban también su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Al ver a su madre y cerca de ella al discípulo que Él tanto amaba, Jesús le dijo: “Mujer, este es tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Esta es tu madre”. Y desde aquel momento el discípulo la recibió como su propia madre. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: “Tengo sed”. Había allí una vasija llena de vinagre; empaparon, pues, una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se le acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: “Todo está cumplido”. E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Como era víspera del sábado, los judíos le pidieron a Pilato que mandara quebrar las piernas de los crucificados y retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz hasta el día siguiente, que era un sábado muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Pero cuando llegaron a Él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua”.

S: Palabra del Señor                                     

T: Gloria a ti, Señor Jesús

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