Hoy Jesús nos exhorta a no atesorar riquezas en este mundo. Los bienes materiales no nos dan seguridad; al contrario, nos generan preocupaciones. Dios nos invita a buscar los bienes del cielo que sí nos proporcionan la felicidad verdadera y permanecen para siempre. Los bienes materiales se relacionan con la mundanidad, nos atraen y conquistan fácilmente, pero son efímeros y ambiguos, los perdemos con facilidad e incluso, podemos poner en ellos falsamente nuestra seguridad. Los bienes celestiales son intangibles, se relacionan con Dios y su objetivo es buscar la gloria de Dios, la paz y el bienestar de todos, compartiendo con quienes más nos necesiten buscando entre todos el bien común. Estos valores nos aseguran la felicidad y nadie nos los podrá arrebatar. Estas palabras de Jesús son una tierna invitación a no dejarnos atrapar por lo inmediato, lo superfluo. El Señor nos invita a mirar en la perspectiva del futuro definitivo que Dios nos propone, atesorando en esta tierra los bienes del cielo.
¿Qué cosas valoro más en mi vida? ¿Qué es lo que más me preocupa? ¿En qué valores pongo el sentido de mi vida?
Señor Jesús, tú eres el tesoro más precioso de mi vida; ayúdame a vivir solo para ti sirviendo a mis hermanos. Amén.
Hago en este día un sincero examen de conciencia y me pregunto: ¿Qué es lo que suelo buscar con más frecuencia?
“No acumulen riquezas; las riquezas de este mundo se apolillan y se echan a perder y los ladrones entran y las roban. Acumulen riquezas en el cielo, donde no hay polilla ni ladrones que roben. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”.
“Es imposible ser fiel a un Dios que es Padre de todos y al mismo tiempo vivir como esclavo del dinero y del propio interés. Solo hay una manera de vivir como hijo de Dios: vivir como hermano de los demás” (Antonio Pagola).