
El misterio de la encarnación se da en Galilea, región sin importancia, despreciada y marginalizada. La Anunciación es un momento muy importante e inolvidable, es el momento en que Dios, en Jesús, se abaja a sí mismo, en lo humilde y entre los humildes. En Galilea, región no bien vista ni apreciada por los judíos observantes de la Ley, que la llamaban peyorativamente: “Galilea de los gentiles”, debido a la influencia de paganos en el territorio, por lo que eran más abiertos y observaban con menos rigidez la Ley, que los habitantes de Judea y de Jerusalén. Lucas, sitúa el anuncio del ángel a María en el tiempo de Herodes, seis meses después de la concepción de su prima Isabel. Nazaret no es un lugar importante, antes bien está en la periferia. Y así son las cosas de Dios, que se manifiesta en lo sencillo, en lo que aparentemente no es. María joven y ya comprometida con José, cada uno vive en su casa, pero guardándose fidelidad mutua. María espera, cree y confía en el anuncio del ángel: “¡Alégrate, el señor está contigo!”, y su respuesta está llena de fe y confianza plena en Dios: “He aquí la esclava del señor, hágase en mi según tu palabra”. Gracias al “sí” de María tenemos a Jesús entre nosotros.
¿Estamos abiertos y llenos de fe para hacer la voluntad de Dios, a pesar de que vivamos tiempos difíciles, de mucho sufrimiento e incertidumbre?
Señor, Jesús, dame la gracia de abrir siempre mi corazón a la voluntad de Dios, así muchas veces aquello que me pide supere mis expectativas o me implique renuncia o sacrificio. Que como María aprenda siempre a ver más allá de mis posibilidades para dar paso a las de Dios. Amén.
Para saber cuál es la voluntad de Dios, basta ver a Jesús, qué hizo, cómo actuaba. Me atrevo a decir, que la voluntad de Dios es Jesús, que siempre salió al encuentro del ser humano, lo acogió, lo amó, se compadeció y caminó “con y entre la gente”.


