Octava de Pascua.
Señor, quédate con nosotros, que ya es tarde
(Lucas 24, 13-35)
Permitamos que la Palabra del Señor toque nuestra vida
Hermanos, es hermoso ver cómo Jesús resucitado se acerca a los discípulos que desesperanzados regresan a Emaús, camina junto a ellos, pero no lo reconocen. “Sus ojos estaban retenidos para reconocerlo por el dolor que les ha causado su muerte..
Jesús, se interesa por su dolor como un amigo, les hace hablar del dolor que llevan en el alma por la dura experiencia de su muerte en cruz y les ayuda a comprender el sentido de su en Pasión en la Escritura. Al llegar a Emaús, acepta el hospedaje que ellos le brindan y comparte su mesa. Allí Jesús renueva el gesto de la última cena: Y Ellos lo reconocen al partir el pan, este gesto les revela el sentido positivo de su pasión: su entrega de amor hasta el extremo.
Con el corazón ardiente, los discípulos vuelven a Jerusalén donde los hermanos para reemprender con ellos su camino de fe.
Reflexionemos:
Preguntémonos: ¿Tú has encontrado al Resucitado? Encontrando a Jesús el corazón se abre a los hermanos. ¿Tienes abierto el corazón a todos?
Oremos:
Gracias Jesús porque en Ti somos un único cuerpo y nos sentimos miembros los unos de los otros; no permitas que rompamos esta hermosa unidad, ayúdanos vivir en comunión;
Recordemos:
“¿No es cierto que, a lo largo del camino, iba Él encendiendo el fuego en nuestro corazón con sus palabras, a medida que nos mostraba el sentido de las Escrituras?”
Actuemos:
Alimento con frecuencia la certeza de que en Jesús formamos un solo cuerpo para vivir en comunión con todos.
Profundicemos:
Todos los días vivimos en la Eucaristía estos dos momentos: la liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Las dos van unidas, porque el pan eucarístico es un pan para la fe, para el amor. P. Fidel Oñoro