El Evangelio de hoy es la continuación del pasaje que escuchamos ayer. Es la respuesta de Jesús a la actitud de tristeza con la que el joven parte tras no ser capaz de renunciar a sus riquezas. Dicha tristeza revela cómo la riqueza puede cegar el corazón al llamado de Jesús. Su “no” resalta la dificultad humana de priorizar a Dios por encima de las posesiones. La afirmación de Jesús sobre el camello y la aguja subraya esta dificultad, pero su frase siguiente abre la puerta a la esperanza: con Dios todo es posible. En este pasaje vislumbramos la tensión que existe entre las exigencias del llamado de Jesús y nuestra fragilidad humana. Aprendamos que renunciar a la riqueza material no es un fin es sí mismo, sino un medio para liberar nuestros corazones y seguir a Cristo sin reservas. Sin embargo, esta entrega solo es verdaderamente posible mediante la gracia divina, que transforma nuestros deseos y nos guía hacia el verdadero tesoro: la vida eterna. La pregunta de Pedro sobre la recompensa se encuentra con la promesa de la gloria futura, invirtiendo la lógica mundana de “primero” y “último”. Así, el evangelio nos invita a examinar nuestros vínculos, a reconocer nuestros límites y a confiar en la gracia de Dios para alcanzar la verdadera riqueza: la vida eterna en comunión con Dios, un valor infinitamente superior a cualquier terreno.
Después de escuchar y meditar el evangelio ¿qué te pide Dios dejar o priorizar en tu existencia?
Maestro Divino, ayúdame a seguir tus pasos con corazón sincero y generoso, respondiendo a la gratuidad de tu amor y salvación. No quiero dividir mi corazón entre tu verdad y la verdad del mundo, ni entre la pobreza y la riqueza, lo único que deseo es entregarme por completo a ti. Amén.
Hagamos el propósito de anunciar el Reino de Dios a través de una obra de misericordia a favor de una persona que esté necesitada física o espiritualmente.
Estamos llamados a priorizar el Reino de Dios por encima de todo lo demás, confiando en la promesa, que quien pierde su vida por causa de Cristo, la encontrará abundantemente.
Este pasaje bíblico desafía nuestra mentalidad; aquello que damos valor humanamente no son nada comparados con los valores de Reino: humildad, desprendimiento, generosidad, pobreza.