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18 de agosto

 

“Vayan también ustedes a mi viña” (Mt 20, 4)

 

Dios tiene un tiempo determinado para llamar a cada uno de sus hijos a participar de su Reino. A unos los llama desde la más tierna edad, a otros en la edad adulta y a otros en la vejez; pese a ello, no deja nunca de invitar a su seguimiento, tal como lo muestra Jesús en el evangelio de este día, a través de la parábola del propietario y los jornaleros. Lo curioso del relato es percibir como el propietario contrata especialmente aquellos que no tienen trabajo o están parados sin hacer nada, dándoles la oportunidad de ocuparse y darle un sentido a sus vidas. Así mismo, la respuesta que el propietario ofrece ante el reclamo que los primeros en ser contratados, le presentan por recibir la misma paga de los últimos: ‘Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’ Respuesta que nos ayuda a reconocer la gran diferencia que existe entre nuestra lógica humana basaba más en la equidad y la de Dios, que tiene por centro el amor y la misericordia. Pidamos al Señor, en este día que nos ayude a llevar cada vez más a nuestra vida la lógica de Dios, que no mide, no limita el amor, la bondad o la misericordia que podemos ofrecer a todos aquellos con quienes compartimos nuestra existencia.

 

Reflexionemos:

¿Qué enseñanza nos deja la libertad del propietario para contratar a sus jornaleros?, ¿cómo podemos llevar a nuestra vida, la misericordia que Jesús nos enseña hoy en el evangelio?

 

Oremos:

Danos, Señor, la capacidad de aprender a ser libres y misericordiosos como tú, a la hora de ayudar a los demás. A no limitar aquello que podemos ofrecer a nuestra lógica humana. Amén.

 

Recordemos:

La medida de nuestra misericordia es aquella que recibimos a diario de Dios.

 

Actuemos:

Pidamos perdón al Señor en este día, por las veces en que no logramos aceptar que los demás tengan mejores oportunidades o posibilidades que nosotros.

 

Profundicemos:

Dios nos llama cuando menos lo esperamos y hace de nuestra vida un don valioso para los demás (Libro: Las confesiones de san Agustín).

 

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