Nos encontramos en este pasaje a Jesús que denuncia a su generación, porque ha dejado pasar la oportunidad de aceptar la invitación apremiante de Juan el Bautista a la conversión. Jesús nos cuestiona sobre la actitud con que escuchamos su Palabra. No siempre prestamos oídos a los que debemos oír, ni decimos lo que debemos decir. No prestamos atención, a veces, a lo que cuestiona nuestras ideas o choca con nuestros intereses. Nos volvemos sordos a lo que nos exige cambio o nos resta comodidades. En consecuencia, también somos mudos para comunicar los valores y las verdades en que creemos; los valores del Evangelio. Dejemos, entonces, que el Señor nos sane para que nuestra vida guarde armonía con su Palabra. El Señor espera que nuestro corazón no se quede inmóvil, sino que vuelva a palpitar y reaccione ante nuestra realidad y la del mundo. Si nuestra fe está marchita, es hora de que rejuvenezca. Si el Señor sigue clavado en la cruz por nosotros, es tiempo de aprovechar la redención. Pongamos en práctica la Palabra de Dios ya que nos invita a un cambio de vida.
¿Estoy buscando a Dios con un corazón abierto, o con una lista de condiciones?
Señor, ayúdanos a sintonizar con tu mensaje para que haya coherencia en nuestra vida. Amén.
¿Estoy dispuesto a cambiar de actitud al ver los frutos?
Ni Juan Bautista ni Jesús encajaron en las expectativas de la gente.
Esta “generación” no es solo la del tiempo de Jesús. También es la nuestra cuando exigimos que Dios se adapte a nosotros, y no al revés.
