“Eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, te confiaré mucho más”
(Lc 19, 17)
El evangelio nos regala hoy la preciosa parábola de los talentos. El rey que se va de viaje es nuestro Padre Dios, los siervos somos todos sus hijos a quienes El confía como talento Su Vida divina, para que seamos reflejo de su presencia, mientras Él está ausente. Un día volverá y nos pedirá el fruto que ha producido en nosotros el precioso tesoro de Su gracia.
Cada uno hemos de presentarnos ante nuestro amadísimo Padre para darle los frutos de nuestra cosecha. Si hemos dejado crecer su vida divina en nosotros, recibiremos el peso de gloria que corresponda a nuestra respuesta de amor. Si hemos dejado infecunda su gracia quedaremos sin ella, que será dada a quienes han amado más.
Reflexionemos:
¿Valoro la vida divina que he recibido en el Bautismo? ¿Cómo la alimento para que crezca y de frutos de amor y bendición para todos? Señor, no permitas que tu Gracia sea infecunda en mi vida!
Oremos:
Gracias Padre por el don de la Gracia divina que me hace semejante a Ti. Gracias por los hermanos con quienes madura mi fe. No permitas que este don incomparable sea infecundo en mi vida. Glorifícate en mi vida Señor. Amén.
Recordemos:
El Señor nos ha dado dones de vida y de amor, no sólo para custodiarlos, sino para multiplicarlos! Papa Francisco
Actuemos:
Con profunda gratitud por la Vida divina recibida en el bautismo, quiero evitar a toda costa lo que no agrada a Dios.
Profundicemos:
Tu talento determina lo que puedes hacer. Tu motivación determina cuánto estás dispuesto a hacer. Tu actitud determina cómo lo haces.
(Libro: «Autoestima y autoimagen” Alfonso Barreto ).