El modo de amar de Jesús ha revolucionado el mundo; ninguna religión de la tierra ha llegado a cambiar al enemigo por un hermano. Solo Jesús de Nazaret que aceptó morir para rescatarnos de la maldición del pecado y entregó su vida pidiéndole perdón al Padre por quienes lo crucificaban y despreciaban, pudo sanar las profundas heridas del corazón humano y hacernos capaces de amar como Él. “Porque si aman a los que los aman, ¿qué recompensa tendrán? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen más que otros? ¿No hacen también lo mismo los gentiles? Cuando aceptamos que Cristo viva en nuestro corazón y su Santo Espíritu transforme nuestros sentimientos por los suyos, Él nos perdonará y dará continuidad a su presencia salvadora en este mundo; entonces, sus discípulos seremos los transformadores de la historia y construiremos aquí y ahora el Reino de justicia, amor y paz que todos anhelamos.
¿Tengo la certeza que Cristo resucitado vive en mí? ¿Cómo alimento la vida divina que el Señor me da? ¿Custodio mi corazón para sea el amor de Cristo que inspire mis relaciones y no mis resentimientos mezquinos?
Señor Jesús, gracias porque con tu vida me enseñaste a perdonar y enviaste a mi corazón tu Santo Espíritu que reproduce en mí tus mismos sentimientos. Sigue ofreciendo a todos tu perdón. Amén.
Cuando sienta herido mi corazón, uno mis sufrimientos a la sagrada pasión de Jesús, y le pido que extienda su perdón y su ternura a todas las personas con quienes me relaciono diariamente.
“Amen a sus enemigos, y recen por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre Celestial que hace salir el sol sobre buenos y malos y manda la lluvia a justos e injustos”.
“Es duro, pero el parámetro del amor es el corazón de Dios y no el mezquino corazón humano que busca siempre afirmar sus garantías para abrirse a los demás. No hay otra alternativa” (Fernando Armellini).