“Se marchó de allí, y muchos le siguieron” (Mt 12, 15)
El evangelio de este día narra la incomodidad que la propuesta y la autoridad de Jesús suscitaba entre los grupos religiosos de su tiempo como los fariseos. De allí que tramen su muerte y la comunidad cristiana, reconozca en la misión de Jesús, no solo la realización de la profecía de Isaías sobre el siervo sufriente sino también el querer de Dios: “Miren a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones”. Jesús es reconocido como el hijo amado de Dios que tiene la gran tarea de anunciar su mensaje no solo al pueblo de Israel sino también al mundo entero. Realidad que chocaba con la mentalidad farisaica que creía que solo el pueblo elegido era poseedor de la salvación de Dios. Así mismo, se negaban a reconocer la autoridad de Jesús como Mesías. Pidamos al Señor, en este día que nos conceda la gracia de acoger la novedad que sus enseñanzas nos proponen y no cerrarnos como los fariseos a su acción salvadora.
Reflexionemos:
¿Cómo acogemos en nuestra vida la novedad que el evangelio cada día nos propone?, ¿somos personas abiertas o cerradas a la acción de Dios como los fariseos?
Oremos:
Abre, Señor, cada día nuestra mente y nuestro corazón a tu Palabra. Ayúdanos a descubrir la novedad que a través de ella nos comunicas y a dejarnos conducir por tu acción salvadora. Amén.
Recordemos:
Jesús nos invita a abrirnos cada día a su acción salvadora.
Actuemos:
Pidamos perdón al Señor, en este día por las veces en que nos cerramos en nuestros intereses y no sabemos reconocer la novedad que nos comunica en sus enseñanzas.
Profundicemos:
Jesús nos invita a dejarnos conducir por la novedad de su Palabra. Para ello, es necesario cultivar una relación constante y cercana con ella (Libro: Misal Popular).