“¡Ay de ustedes, fariseos!
¡Ay de ustedes también, maestros de la ley! ”
(Lc 11, 42-46)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
En el evangelio de hoy vemos una serie de críticas de Jesús contra los líderes religiosos de Israel debido al legalismo con que viven su fe. Jesús les habla con claridad a todos y, sin distinción. Les enumera una serie de lamentaciones conocidas como “Ayes”. ¡Ay de ustedes! Y denuncia cuatro actitudes: El ser escrupulosos; nos gustan los elogios; la falsedad y la dureza y exigencia con los demás. Este discurso fuerte de Jesús, también tiene algo para decirnos hoy a nosotros. Muchas veces, nos gustan los primeros puestos, aparentar lo buenos que somos, colocarnos en sitios destacados para que nos vean, es decir, que la gente nos admire por lo que aparentamos ser pero que en realidad no somos. Jesús nos enseña también que cuando somos el centro de todo, perdemos el sentido de todo. El evangelio de hoy nos llama al arrepentimiento, a volver al verdadero culto a Dios.
Reflexionemos: ¿Hacemos de nuestra fe un espacio de privilegios o de servicio?
Oremos: Señor, dame un espíritu atento a tu paso por mi vida. Concédeme un corazón sencillo y sincero para que me esfuerce por seguir el camino de la perfección en el amor. Amén.
Actuemos: Analizando tu vida con sinceridad, ¿Quién o qué ocupa el lugar de absoluto en tu corazón?
Recordemos: ¡Ay de ustedes, fariseos! ¡Ay de ustedes doctores de la ley!
Profundicemos: La hipocresía mantiene una apariencia engañadora. ¿Hasta dónde actúa en mí la hipocresía? ¿Hasta dónde actúa en nuestra Iglesia?
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