“El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10)
Zaqueo era pecador, pero deseaba conocer a Jesús; al no lograrlo por ser muy pequeño, se trepó a un árbol para verlo pasar. Jesús pasando por allí levantó la mirada, lo llamó por su nombre y le pidió que lo hospedase en su casa. Tocado por este amor tan entrañable, Zaqueo cambió radicalmente su vida: Devolvió cuatro veces más lo que había usurpado y dio la mitad de sus bienes a los pobres: Fue así como llegó la salvación a su casa.
Pareciera que fue Zaqueo quien buscó a Jesús, pero en realidad era Jesús quien lo buscaba a él. Con Dios siempre es así, Él es quien nos ama primero; tú crees que lo buscas, pero es El que está haciendo de todo para encontrarte y hacerte feliz. ¡Este es el misterio de amor que se esconde en toda experiencia de conversión!
Jesús busca siempre al que está perdido; la iniciativa es suya y la transformación interior que se da también es obra suya. Nosotros nos dejamos tocar por su amor; reconocemos nuestro error y aceptamos su misericordia.
Reflexionemos:
¿Deseas encontrar a Jesús? ¿Estás dispuesto a dejarte transformar por El?
Oremos:
Como Zaqueo también yo anhelo conocerte Señor, pero me falta decisión y capacidad de arriesgarlo todo por Ti. Ven a hospedarte en mi casa para que pueda romper con mi pasado mediocre y renacer a la Vida nueva que ya me has regalado. Amén.
Recordemos:
El Señor me está buscando con amor entrañable, abro mi corazón a su amor para tener la dicha de hospedarlo para siempre en mi casa.
Actuemos:
Alimentaré el deseo de conocer y amar a Jesús meditando cada día su Palabra.
Profundicemos:
“Por tanto, el que está en Cristo, es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo.» 2 Cor. 16-17
(Libro: «Colección Quiero y puedo P. Álvaro Jiménez ).