16 de Marzo

“¿Es que de Galilea va a venir el Mesías?”

(Jn 7, 40-53)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

San Juan al dejarnos conocer hoy las discusiones sobre el origen y la identidad de Jesús, nos está invitando a verificar la radicalidad de nuestra opción por él, a entrar con decisión en su misterio que culminará en su Pasión y en su muerte gloriosa.

Cuando Nicodemo salió en defensa de Jesús frente a los fariseos haciendo referencia a la ley, los invitó a escuchar a Jesús y a conocer de cerca sus obras para que pudieran tener un juicio correcto sobre él.

En el fondo este es el reto que el misterio y la personalidad de Jesús nos coloca a todos.

Escuchar con el corazón la Palabra de Jesús, colocarse de su parte con radicalidad y seguir su camino hasta la muerte, es el desafío que los discípulos de Jesús tenemos cada día en medio de una sociedad que va perdiendo cada vez más la dimensión de la fe. La Cuaresma es el tiempo propicio para decisiones radicales.

 

Reflexionemos: ¿Qué importancia doy a la lectura y meditación del Evangelio? ¿He experimentado de algún modo la fuerza transformadora que tiene la Palabra de Dios? ¿Leo con mi familia alguna vez a la semana la Palabra de Dios?

 

Oremos: Jesús, Maestro bueno, conocerte y seguirte es el sentido pleno de nuestra existencia; danos amor a tu Palabra y enséñanos a escucharla con el corazón, para que la fuerza transformadora que hay en ella moldee poco a poco nuestro modo de vivir. Amén.

 

Actuemos: Me comprometo a meditar diariamente el Evangelio, para conocer mejor a Jesús, dar solidez a mi fe y tener la fuerza de renunciar a todo lo que me impide amar como él amó.

 

Recordemos: “¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?”

 

Profundicemos: “Conocer a Cristo es una empresa apasionante que solo perciben quienes quieren hacer esta experiencia. Uno sale transformado de cada encuentro con el Señor, no porque nosotros hagamos o digamos algo, sino porque es él el primer interesado en nuestra santificación y en nuestro bien” (Papa Francisco).

 

 

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