16 de Junio

“Es la semilla más pequeña, y se hace más alta que las demás hortalizas”

(Mc 4, 26-34)

Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida

El reino de Dios crece de forma silenciosa pero eficaz. El reino tiene su propio ritmo y sin que el sembrador sepa cómo. Pero es bueno saber la calidad de tierra disponible, sin olvidar que esta depende de Dios, ya que tenemos responsabilidad de cuidar esta tierra, que es un don de Dios. Él es el dueño y sabrá cosechar en su momento. Por otro lado, los inicios del reino pueden ser insignificantes, como la semilla de mostaza, pero con el tiempo llegará a ser tan grande que todos los pueblos tendrán cabida en él. Ser conscientes de que el reino es de Dios, y no nuestro, forta- lece nuestra esperanza, porque será fecundo, aunque ahora no lo percibamos con claridad.

Tomado de: La Palabra, Pan de vida. Comentario al Evangelio diario 2024, Paulinas – Comentarios: Raúl Enrique Castro Chambi, S.J. y Carlos Cardó, S.J.

 

Preguntemos: En mi trabajo, ¿tengo claro que solo Dios hace fructificar?

 

Oremos: Señor, aumenta la confianza más en ti que en mis propias fuerzas, permíteme descubrir tu obrar desde lo pequeño hasta lo más alto del proceso de fe. Que al crecer la semilla de tu amor en mí, yo pueda sentirme más seguro de tu obrar en mi vida. Amén.

 

Actuemos: Decir siempre la verdad. Las medias verdades también son mentiras. A nivel personal les invito a revisar su conciencia bajo la luz del Espíritu Santo y descubrir en cuáles situaciones de nuestra vida no estamos siendo auténticos y sinceros.

 

Recordemos: En el lenguaje evangélico la semilla es símbolo de la palabra de Dios, cuya fecundidad es invocada por esta parábola. Así como la humilde semilla se desarrolla en la tierra, así la Palabra obra con la potencia de Dios en el corazón de quien la escucha. Dios ha confiado su Palabra a nuestra tierra, o sea a cada uno de nosotros, con nuestra concreta humanidad.

 

Profundicemos : Podemos tener confianza, porque la palabra de Dios es palabra creadora, destinada a volverse “el grano lleno en la espiga”. Esta parábola si es acogida, trae seguramente sus frutos, porque Dios mismo la hace germinar y madurar a través de caminos que no siempre podemos verificar y de una manera que no conocemos. Todo esto nos hace entender que es siempre Dios quien hace crecer su Reino. Por esto rezamos tanto “que venga tu Reino”. Es él quien lo hace crecer, el hombre es su humilde colaborador que contempla, se alegra de la acción creadora y divina, espera con paciencia los frutos.

La palabra de Dios hace crecer, da vida.

 

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