“Y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará” (Mt 6, 18)
En este día iniciamos la lectura del sexto capítulo del evangelio de san Mateo, en el cual Jesús enseña a sus seguidores, una nueva manera de vivir la oración, la limosna y el ayuno, prácticas de piedad arraigadas en la tradición de su pueblo. La novedad que Jesús imprime en dichas prácticas, es la invitación a vivirlas en el silencio y la intimidad con Dios, sin buscar reconocimientos por ellos: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”. Así la oración pasa a ser la comunión profunda y vital con Dios; la limosna, la comunión con las personas más necesitadas y el ayuno, el dominio de sí mismo. Pidamos al Señor, en este día que nos conceda la gracia de vivir una fe transparente y sincera que no busque honores o reconocimientos por la ayuda que podamos dar a los demás, sino alimentar ante todo una comunión vital con Dios que se exprese en las relaciones que vivimos con los hermanos.
Reflexionemos:
¿Buscamos ser reconocidos por los ayudas o favores que brindamos a los demás?, ¿cómo podemos alimentar mucho más nuestra comunión cotidiana con Dios?
Oremos:
Ayúdanos, Señor, a reconocer la importancia de unir cada día nuestra vida más a ti a través de la oración. A compartir aquello que somos y tenemos con los más necesitados y transformar nuestros deseos de poder y reconocimiento. Amén.
Recordemos:
Dios nos invita a dirigirnos cada día a él, con confianza desde el silencio y las necesidades más profundas de nuestro corazón.
Actuemos:
Reservemos un momento especial de nuestra jornada para encontrarnos a solas con Dios y pedirle que nos ayude a unir nuestra vida más a él.
Profundicemos:
La oración une nuestra vida más a Dios y a las personas que nos rodean. Cultivarla nos ayudará a darle un respiro y un sentido nuevo a nuestra existencia (Libro: La oración. El respiro de la vida nueva)