El relato bíblico nos muestra a Jesús acogiendo y bendiciendo a los niños. Antes de esto, Él los defendió de sus propios discípulos, quienes no querían que ellos se le acercaran. Los niños tienen cualidades extraordinarias como la humildad y la espontaneidad. En ellos podemos reconocer unas características específicas que debe tener un discípulo de Jesús. La primera es la simplicidad, que nos lleva a comprender que la fe es la que nos guía; el Evangelio nos muestra el camino, aunque a menudo intentemos seguir nuestra propia voluntad.La segunda cualidad es la confianza, que nos lleva a creer que lo que proviene de Dios es grande y bueno, sin resistirnos a su proyecto. La tercera característica es tener un corazón puro, que sea capaz de permitir que el verdadero amor fluya de corazón a corazón y que nos lleve a creer profundamente en Dios. Estamos llamados a hacernos como niños para entrar en el Reino de los Cielos. Esto requiere un cambio de mentalidad, acogiendo el Evangelio con estas cualidades para que nos transformen y nos acerquen más al amor de Dios. Seguir a Jesús como un niño, implica acercarse a Él con confianza y sencillez. Jesús nos invita a ponernos de frente a Él,. De esta manera, seremos como niños, llenos de confianza, fe, seguridad abandonándonos en sus brazos amorosos.
¿Estamos dedicando tiempo y energía a lo que realmente importa o a lo que la sociedad nos dice que es importante?
Señor Jesús, Divino Maestro, al comenzar esta jornada, me dirijo a ti con la docilidad y humildad de los pequeños. Te pido me concedas tu amor de Padre amoroso. Ayúdame a hacer tu voluntad y a recibir tu Reino con un corazón de niño. Amén.
Hoy estoy invitado a despojarme de las complejidades y el orgullo del mundo adulto para adoptar las actitudes de los niños como son la humildad, la confianza, la pureza y la acogida.
Un llamado que podemos recordar de este evangelio es “valorar la sencillez”. Estamos viviendo en una sociedad complicada. Por consiguiente, buscar la pureza de intención y la honestidad en nuestras acciones es un acto de conversión.
“Con Jesús podemos soñar una humanidad nueva y comprometernos por una sociedad más fraterna y atenta a nuestra Casa Común, comenzando por las cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso, pedir disculpas, decir gracias” (Papa Francisco).