De nuevo en el Evangelio de hoy, Jesús habla con claridad y firmeza a los fariseos. Ya sabemos que ellos conforman un grupo religioso influyente y conservador, conocidos por su estricta observancia de la ley. De fondo, Jesús cuestiona a los fariseos y los maestros de la ley diciéndoles que pagan el diezmo, pero pasan por alto el derecho y el amor de Dios; además, les dice que a ellos les encantan los asientos de honor y que imparten cargas insoportables a los demás y ellos no están después ni a mover un dedo. A veces es necesario hablar como habla Jesús, defendiendo la vida y la dignidad humana. En la reciente Exhortación Apostólica Dilexi te del Papa león XIV n. 95, el Santo Padre dice al respecto: La pregunta recurrente es siempre la misma: ¿los menos dotados no son personas humanas? ¿Los débiles no tienen nuestra misma dignidad? ¿Los que nacieron con menos posibilidades valen menos como seres humanos, y solo deben limitarse a sobrevivir? De nuestra respuesta a estos interrogantes depende el valor de nuestras sociedades y también nuestro futuro. O reconquistamos nuestra dignidad moral y espiritual, o caemos como en un pozo de suciedad. Y en el n. 72, el Sumo Pontífice complementa diciendo: Para la fe cristiana, la educación de los pobres no es un favor, sino un deber. Los pequeños tienen derecho a la sabiduría, como exigencia básica para el reconocimiento de la dignidad humana. Enseñarles es afirmar su valor, darles las herramientas para transformar su realidad. La tradición cristiana entiende que el conocimiento es un don de Dios y una responsabilidad comunitaria.
Centrémonos cómo Jesús ofrece unos criterios para practicar la justicia y vivir coherentemente el amor a los demás. Es muy fácil impartir a los demás tareas, responsabilidades o trabajos sin involucrarnos demasiado, cargándole a los otros, responsabilidades que tal vez podríamos hacer en equipo. Ahí hay un criterio de liderazgo y, para esto, podemos tomar el ejemplo de san Benito abad: su liderazgo, según la tradición de la Iglesia, se basa en tres pilares: la renuncia a la ambición personal por el bien de Dios, la obediencia a la misión y la humildad activa al servicio de los demás. Este modelo de liderazgo, ejemplificado en su “Regla”, promueve un equilibrio entre la oración y el trabajo bajo el lema “ora et labora” (reza y trabaja).
Señor Jesús, Divino Maestro, concédenos un corazón sincero y sencillo para que, como santa Teresa de Jesús, nos esforcemos por seguir el camino de la perfección en el amor. Amén.
Hoy estoy invitado a hacer un examen de conciencia, y reviso si mis actitudes y hechos promueven una sana dignidad humana hacia quienes están a mi alrededor.
“Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré su fidelidad por todas las edades” (Sal 88, 2).
“Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta” (Santa Teresa de Jesús).