
Jesús nos enseña que la oración debe ser constante y confiada. Así como la viuda insistente logró que un juez injusto le hiciera justicia, Dios, que es Padre bueno y justo, escucha y actúa a favor de quienes le claman con fe. Esta parábola nos invita a no desanimarnos en la oración, aunque parezca que Dios guarda silencio, y a mantener una fe perseverante que confía plenamente en su amor y en sus tiempos. La oración perseverante abre caminos a la gracia y fortalece el corazón del creyente. Dediquemos un momento del día para orar con fe, presentando a Dios nuestras necesidades y las de los demás, confiando en que Él nunca abandona a quienes le buscan.
¿Cómo es mi oración: constante y confiada, o débil y esporádica? ¿He perdido alguna vez la esperanza? ¿He experimentado que Dios no responde a mis súplicas? ¿De qué manera puedo fortalecer mi fe para perseverar en la oración?
Señor Jesús, enséñame a orar siempre con confianza, sin cansarme ni desanimarme cuando no vea respuestas inmediatas. Dame una fe firme para creer que tú escuchas y que tu tiempo es perfecto. Hazme perseverante en el amor y en la oración. Amén.


