«El Espíritu Santo dará testimonio de mí y también ustedes darán testimonio»
(Jn 14, 15, 26-27)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Cuando Jesús volvió al Padre, derramó el Espíritu Santo sobre toda la tierra; y es El quien da testimonio de Jesús ante el mundo. Desde el día bendito de nuestro bautismo, el Espíritu Santo habita en nuestro corazón; nos lleva a un encuentro personal con el Señor; nos ayuda a comprender sus enseñanzas y nos capacita para ser testigos de su presencia y de su amor.
Dar testimonio de Jesús comporta también sufrir por causa suya, por eso Jesús nos advierte que seremos rechazados, y tal vez hasta odiados y perseguidos por su causa; como hicieron con El, así harán con nosotros. ¿La conciencia de esta realidad me hace retroceder en el seguimiento de Jesús?
Los “Hechos de los apóstoles” nos dejan ver cómo los discípulos se sentían felices cuando eran despreciados o azotados por causa de Jesús.
Reflexionemos: ¿Qué era lo que les daba tanto valor y tanto gozo? El Espíritu Santo que habitaba en sus corazones y ellos seguían dócilmente. ¿Contamos con la presencia y el poder del Espíritu Santo que habita en nuestro corazón? ¿Te dejas guiar por Él?
Oremos: ¡Gracias, Señor, por el don inefable de tu Espíritu! Amén.