«La señal por la que todos reconocerán que son discípulos míos, Será el amor que tengan unos por otros”
(Juan 13, 31-33a. 34-35)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
Iniciando la quinta semana del tiempo pascual, la Palabra de Dios nos regala el testimonio vivo de Pablo el apóstol incansable de Cristo que lleva su Nombre hasta los extremos de la tierra; y Juan el discípulo amado nos invita a permanecer en el ambiente de intimidad creado por Jesús en la última Cena: el Maestro ha lavado los pies a sus discípulos y Judas después de tomar el último bocado salió a cumplir su trágica decisión de entregarlo.
Y Jesús dirigiéndose a los suyos con particular ternura les dijo: Hijitos míos, voy a estar poco tiempo con ustedes; les doy un mandamiento nuevo: así como yo los he amado, ámense entre ustedes: esta será la señal que los identificará como mis discípulos.
En la comunidad de Jesús nos amamos como hermanos y amigos; por ello ninguno se impone sobre el otro, el más importante es el que está más necesitado y todos estamos dispuestos a servir; y en la diversidad de dones y servicios el más grande es el más pequeño.
Preguntémonos: Jesús ha hablado ya tanto del amor, ¿cuál es la novedad? Amar en el estilo de Jesús: acoge a cada uno sin condición y lo ama como si fuera único a hasta dar su vida.
Oremos: Gracias Jesús por habernos integrado en Tu Cuerpo resucitado, allí todos dependemos de Ti y somos parte los unos de los otros. Enséñanos a vivir los unos para los otros. Amén.
Recordemos: «La señal por la que todos reconocerán que son discípulos míos, será el amor que tengan unos por otros”.
Actuemos: Tendré siempre en cuenta al otro como parte de mi vida.
Profundicemos: “Ama y luego haz lo que quieras. Porque quien ama verdaderamente a Dios hará solo lo que a Él le agrada y evitará todo lo que a Él le desagrada”, decía San Agustín.
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