“No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre”
(Mt 11, 16-19)
El texto del Evangelio de Mateo se coloca en continuidad con el Evangelio del día de ayer, por tanto, se refiere a la forma como Jesús viene hablando a la multitud respecto de la persona de Juan Bautista. Jesús ha escuchado lo que la multitud dice de él: “Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tienen a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores’ ”. Y lo que decían del Bautista: “Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Tiene un demonio’ ”. La gente los ha observado muy bien porque lo que describen las palabras es en esencia lo que caracteriza a cada uno por lo que es y hace. A Jesús con frecuencia lo encontramos en escenarios que comparten experiencias de banquetes o comidas, algunas de ellas como la de Leví buscaron el encuentro misericordioso con la persona y otras hicieron partícipes a todos del banquete. A Juan Bautista lo caracterizó la austeridad frente a su predicación de conversión, sin embargo, ni lo uno ni lo otro movió el corazón de los destinatarios, de ahí, la comparación: “Hemos tocado la flauta y no han bailado; les hemos entonado lamentaciones, y no han llorado”. El texto parece dejar abierto el sentimiento de dolor o alegría que caracteriza a uno u otro y no lo movió, sino que lo hizo permanecer en la indiferencia de su existencia. El contraste de lo que cada uno proclamó no transformó el corazón de las personas y precisamente este es el peligro de celebrar el adviento y las fiestas de Navidad, sencillamente pasan con sus ritmos y sus colores, pero no tocan la vida porque solo se oye el ruido y no se escucha el silencio que evita contemplar la desnudez de Belén llenándola de cosas. La lectura hace evidentes experiencias significativas de la personalidad de Jesús y de Juan Bautista, que en realidad constituyen lo que cada uno de ellos era y vivía en la sabiduría de la misión confiada, tal vez, reflejo de la compleja trama de la existencia humana en el dolor del sufrimiento o en el gozo de la alegría.
Reflexionemos: El coro de la canción: “Yo soy la única Biblia que lee la gente todavía” no es sólo un eco de palabras pasadas de moda, es verdaderamente la experiencia de lo que la gente lee a través de las obras que comunican más que las palabras y hacen vivo el anuncio.
Oremos: Padre bueno y Dios de la vida, concédeme la gracia de vivir coherentemente mis gestos, acciones, actitudes y que a través de ellas manifieste la presencia de Dios hoy y la forma como continúa siendo “Dios con nosotros” en la historia de la humanidad.
Actuemos: Percibo cómo los más cercanos me reconocen a mí y a la vez cómo les reconozco por las características de lo que somos y hacemos. Doy gracias al Niño de Belén por la diversidad y la complementariedad en mi familia, en mi ambiente laboral y social.
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