14 de septiembre

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“Habrá mas alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta”
(Lc 15, 1-32)

Hoy leemos el capítulo 15 de Lucas, que empieza exponiendo el contexto en que se desarrollan las tres parábolas: la oveja, la moneda y el hijo prodigo. Jesús las expone para darnos a conocer el amor misericordioso de Dios. En su libro Jesús de Nazaret, Benedicto XVI, refiriéndose a la parábola de los dos hermanos y el padre misericordioso, trata la relación entre fariseos y pecadores, dice que este texto de Lucas “se convierte en una llamada a dar un nuevo sí a Dios que nos llama” y amplía esta afirmación diciendo que “ el padre ve al hijo cuando todavía estaba lejos”, y sale a su encuentro. Escucha su confesión y reconoce en ella el camino hacia la verdadera libertad. Vemos como el padre lo abraza y lo besa y le manda a preparar un banquete, “porque este hijo estaba perdido y lo hemos encontrado”. Jesús acoge a los pecadores para liberarlos de su situación y orientarlos hacia Dios. Preceden a esta parábola las otras dos, que ponen de relieve que, en su encuentro con el hombre, la iniciativa siempre es de Dios, incluso cuando somos sordos a la voz del amor. La iniciativa de Dios significa que, a los que hemos experimentado su cercanía nos está pidiendo una actitud misionera que nos haga salir de nosotros mismos. Si meditáramos a diario la Palabra de Dios y actuáramos coherentemente, no solo seriamos los favorecidos de una nueva forma de amar, sino que entenderíamos que esta no tiene medida. Buscar la oveja perdida y dejar las noventa y nueve exige renunciar a muchas seguridades y comodidades habituales. Esto solo nos sucede cuando creemos en la gratuidad del amor de Dios, queremos que todos participen del mismo don experimentando el perdón. Perdonar es dar vida y recibirla.

Reflexionemos:

¿Soy testigo del amor de Dios que es todo amor, rico en misericordia?

Oremos:

Señor, gracias por tu amor misericordioso, por buscarme cuando me pierdo, por recibirme con los brazos abiertos. Ayúdame a ser compasivo como tú. Amén.

Actuemos:

Reconocer nuestras envidias y celos, para abrir nuestro corazón a nuestros hermanos.

Recordemos:

Este capítulo contiene tres parábolas con las cuales Jesús nos cuenta y enseña sobre la misericordia y el amor de Dios hacia los pecadores arrepentidos.

Profundicemos:

Sobre el arrepentimiento, la misericordia, el gozo en el cielo y el verdadero carácter del Padre.

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