“El que practica la verdad se acerca a la luz, y así quede patente que sus obras las hace de acuerdo con Dios” (Jn 3, 21)
Después de ir junto a Jesús al desierto; subir junto a Pedro, Santiago y Juan a la montaña para ser testigos de su transfiguración; dirigirnos con él al templo de Jerusalén, el evangelio de este Cuarto Domingo de Cuaresma, nos lleva a reconocer en su cruz, la fuente de nuestra salvación. Cruz que nos remite a la figura de la serpiente que Moisés levanta en el desierto, para que los israelitas al mirarla se salvaran. Así mismo, la cruz de Jesús, pasa a representar para cada uno de nosotros, el gran amor que Dios nos tiene y la invitación que nos hace de participar de su vida eterna. Una vida que nos lleva a reconocer a Jesús como la luz guía nuestros pasos al encuentro con el Padre y nos enseña, con sus gestos y acciones, la manera concreta de vivir conforme a su voluntad. Pidamos al Señor, que en esta nueva semana que iniciamos, podamos reconocer cuales son aquellas actitudes que no nos dejan actuar según su voluntad, ni reconocer en su entrega amorosa por nosotros en la cruz, nuestra fuente de vida y de salvación.
Actitud: Discernimiento.
Reflexionemos:
¿Cómo llevamos a nuestra vida la voluntad de Dios?, ¿reconocemos en la cruz de Jesús nuestra fuente de vida y de salvación?
Oremos:
Gracias, Señor, por tu entrega amorosa por nosotros en la cruz. Gracias por que a través de ella nos salvas y nos permites experimentar la cercanía de Dios hacia nuestros dolores y sufrimientos. Amén.
Recordemos:
La cruz es para nosotros fuente de vida y de salvación.
Actuemos:
Contemplemos en este día la cruz de Jesús y digámosle en la oración, aquello que representa para nosotros.
Profundicemos:
El camino de la cruz nos lleva a reconocer la manera como Dios, en Jesús encarna cada uno de nuestros sufrimientos y se solidariza con ellos (Libro: Vía crucis tradicional).