“Vende lo que tienes y sígueme”
(Mc 10, 17-30)
Permitamos que la Palabra de Dios toque nuestra vida
El Evangelio de hoy se articula en tres escenas, marcadas por tres miradas de Jesús. La primera de ellas, el encuentro de Jesús con un joven. Él corre hacia Jesús, se arrodilla y lo llama “Maestro bueno”. Luego le pregunta: ¿qué haré para heredar la vida eterna? En la segunda, el evangelista enfoca los ojos de Jesús y esta vez se trata de una mirada pensativa, de advertencia: “¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas! “Entonces, ¿quién puede salvarse?”. Jesús responde con una mirada de aliento: la salvación, sí, es “imposible para los hombres, no para Dios”. Si nos encomendamos al Señor, podemos superar todos los obstáculos que nos impiden seguirlo en el camino de la fe. El Señor nos pide dejarlo todo, no nos deja sin nada. Nos da todo porque se da así mismo. Él nos dará la fuerza para dejarlo todo y seguirlo de forma incondicional.
Permitamos que la palabra del Señor hoy cumpla su cometido al hacerse vida en nuestros corazones.
Oremos: Señor, permíteme que tú y tu Evangelio sean el tesoro de mi vida. Quiero comprometerme más contigo, ser generoso para dedicar lo mejor de mí a la misión y a mi formación integral. Enséñame a reducir mi afán por lo material y tener así, un corazón bondadoso con todos. Amén.
Actuemos: Para alcanzar la vida eterna, debemos ser desprendidos, generosos, vivir la caridad y aceptar la invitación de Jesús, prescindir de nuestras seguridades materiales para lanzarnos a una aventura fascinante: hallar a Jesús y a la vida nueva.
Recordemos: Jesús le dice: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme”. Ponte en camino y deja todo lo que te aparta del amor de Dios.
Profundicemos: Jesús les dijo: “Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”. Pon la confianza no en ti, sino en la gracia de Dios, que todo lo puede.
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