“Y con muchas parábolas como esas les predicaba, adaptándose a lo que ellos podían entender” (Mc 4, 33)
A partir de dos hermosas parábolas, Jesús en el evangelio de este XI Domingo del Tiempo Ordinario, nos enseña la manera silenciosa y eficaz como acontece el Reino de Dios en nosotros. En la primera parábola, nos muestra que el Reino de Dios crece misteriosamente, así como la semilla que el sembrador arroja a la tierra, cuida y espera que fructifique: “Él se acuesta a dormir y luego se levanta, pasan los días y las noches, y la semilla germina, y crece la planta sin que él sepa cómo”. En la segunda, nos enseña que el Reino de Dios crece y acontece en lo pequeño como el granito de mostaza, la cual al crecer, llega a ser la planta más grande de la huerta, capaz de acoger a los pájaros en sus ramas. Pidamos al Señor, en este día la capacidad de aprender a realizar nuestras labores cotidianas confiando en su providencia y poniendo todo de nuestra parte, para que lleguen a buen término y fructifiquen.
Reflexionemos:
¿Cómo experimentamos en nuestra vida la providencia de Dios?, ¿qué actitudes nos invitan a cultivar la dos parábolas del evangelio de hoy?
Oremos:
Enséñanos, Señor, a reconocer el misterio del Reino de Dios que actúa cada día en nosotros y fructifica las cualidades y capacidades que recibimos de ti. Que de tu mano, aprendamos a trabajar unidos a tu gracia, dando siempre lo mejor de nosotros mismos. Amén.
Recordemos:
El Reino de Dios acontece cada día en nuestra vida.
Actuemos:
Agradezcamos al Señor, en este día por las personas, experiencias o realidades que pone en nuestro camino para proveer aquello que necesitamos.
Profundicemos:
La vida de san José fue un continuo abandonarse en la gracia de Dios y trabajar de su mano para llevar a buen término la gran misión de ser el padre del hijo de Dios (Libro: Consagración a san José).