13 de julio

Caminando con Jesús

Caminar con Jesús permitió a los discípulos experimentar, de primera mano, la compasión y la gracia de Dios en acción. Caminar con Jesús hoy, no debería ser diferente. Su compasión y su gracia siguen disponibles para quien quiera experimentarlas.

“¿Quién es mi prójimo?”
(Lc 10, 25-37)

La humanidad hoy más que nunca se encuentra golpeada y herida por diversas formas de sufrimiento y donde quizás por los mismos medios que tenemos, gracias al desarrollo tecnológico y científico, nada se queda aislado, distante o escondido, sino que nos aproxímanos a todas estas realidades que como Iglesia nos llaman a un compromiso concreto de amor, entrega y solidaridad. Hoy, el Evangelio de Lucas nos presenta el diálogo de Jesús con un maestro de la ley, que se dirige a Él con una pregunta fingida: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Y Jesús le dice: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”. Él respondió: “‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza’ y con toda tu mente. Y ‘a tu prójimo como a ti mismo’”. Jesús reconociendo que según la ley su respuesta es intachable, le relata a este maestro la parábola del Buen Samaritano en la que cada uno de nosotros podemos identificarnos con algunos de sus personajes y, de forma especial, con el samaritano cuando le ofrecemos a nuestro prójimo amor, cercanía y compasión verdaderas. Solo cuando abrimos sinceramente el corazón y salimos de nuestro pequeño egocentrismo para actuar en favor de la vida, a favor de aquella persona que está tendida en el camino –que aunque no conozcamos su nombre, aunque no lleve nuestra sangre, aunque no sea alguien conocido–, reconocemos que estamos delante de un ser humano frágil y vulnerable en la integridad de su ser. El dolor nos hace más humanos y nos lleva a abrir nuestro corazón al amor. “El amor a Dios y el amor al prójimo se funden entre sí: en el más humilde, encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios” (Papa Benedicto XV).

Reflexionemos:

¿Soy solidario en el dolor y sé compartir con generosidad si tengo la posibilidad de ayudar a alguien que ha sido víctima de alguna injusticia y lo encuentro herido en el camino?

Oremos:

Señor Jesús, no me dejes pasar de largo o ser indiferente ante el dolor ajeno. Mueve mi corazón a la compasión para detenerme ante el sufrimiento de aquel que sufre y está a mi lado. Amén.

Actuemos:

Practico la justicia y la misericordia con quien pueda estar pasando por momentos de sufrimiento.

Recordemos:

“‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza’ y con toda tu mente. Y ‘a tu prójimo como a ti mismo’”.

Profundicemos:

“Dios no vino a eliminar el sufrimiento, sino a llenarlo con su presencia” (Paul Claudel).

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